Por Fernando Codina.
Los americanos, que son tan listos para las cosas del cine, definirían esta fantástica película con poco más de dos palabras: “Road movie” (película de carretera)o o “Buddy movie” (película de amigos). Porque en el fono, es precisamente lo que es, una mezcla magistral de ambos géneros, con el añadido de ser una historia real.

Es el producto de mezclar a un matón italiano, que actúa de encargado de seguridad y camarero en un prestigioso club nocturno (ni más ni menos que el Copacabana), con un famoso pianista clásico (que vive encima de la sala de conciertos del Carnegie Hall. Por culpa de unas necesarias obras de reforma y saneamiento del club, Tony Lip, interpretado por un tremendo Viggo Mortensen (en uno de su papeles más personales hasta la fecha), se queda temporalmente sin trabajo, y con una familia que mantener, se pone en busca de un empleo para unas cuantas semanas. Y a través de su red de contactos, se entera de que cierto pianista (a cargo del actor Mahershal Ali, conocido por sus interpretaciones en El curioso caso de Benjamin Button y Los juegos del Hambre: Sinsajo, entre otras) necesita un factótum (sobre todo un chófer) para una gira de conciertos por el Sur más profundo de Estados Unidos.
A pesar del desencuentro inicial (Tony es un poco racista, como fiel reflejo de su época; y el Dr. Don Shirley es una persona de color), consiguen alcanzar un acuerdo, embarcándose en un viaje de ocho semanas, durante las cuales el pianista dará una serie de recitales, tanto en prestigiosas salas de conciertos, como en las plantaciones de ricos propietarios. Es un viaje que, a pesar de estar planeado casi hasta el mínimo aspecto, no estará exento de problemas, por el intenso ambiente racista que se respira en la década de los años sesenta; lo cual dará lugar a numerosos problemas, que intensifican la relación entre ambos personajes. Son dos personas muy diferentes entre sí que tendrán que hacer frente al racismo y a los prejuicios, pero a las que la bondad y el sentido del humor unirán, obligándoles a dejar de lado las diferencias para sobrevivir y prosperar en el viaje de su vida. Cabe señalar que el famoso “Green Book”, o libro verde que da nombre a la película, es una guía de hoteles, alojamientos, bares y restaurantes que en el Sur dan acogida a viajeros negros.
Es una película que tiene grandes momentos cómicos, como por ejemplo la primera vez que Don Shirley prueba el pollo frito estilo Kentucky dentro del coche, a pesar de todas sus reticencias a comer con las manos (cómo no, es en un pequeño local de la cadena Kentucky Fried Chicken); o la llamada que hace madrugada al fiscal general de Estados Unidos para que les saque de una comisaría de mala muerte en la que han sido detenidos. También destaca, por su frescura, el improvisado concierto de jazz que da en un local solo para negros, al que se une toda la pequeña orquesta. Pero también otras que reflejan la dura realidad, como cuando le indican, en mitad de un concierto en una plantación de algodón, que puede usar las letrinas de los negros, al pie de un árbol, pero no los aseos de invitados; o cuando decide suspender un concierto en un hotel de lujo porque no le dejan acceder al mismo restaurante donde se tiene que celebrar la actuación.
Nick Vallelonga, el hijo mayor de Tony Lip, se crio oyendo hablar del mítico viaje de su padre con Don Shirley; y cincuenta años más tarde la ha podido plasmar en una gran película, en la que trabaja como actor, guionista, productor y director. “Desde joven, quería ser cineasta y contar historias, y esta era una gran historia que me contó mi padre. Formaba parte del acervo familiar, pero también sabía que era una historia importante sobre dos personas muy distintas que se juntan y se cambian mutuamente la vida.” Para su padre, Tony Lip (se ganó ese apodo por su gran labia y capacidad de convencer a la gente para que hagan cualquier cosa; aquí le llamaríamos “piquito de oro”), ese viaje le abrió los ojos sobre la dura situación de los afroamericanos y el aluvión de humillaciones y de peligros muy reales por culpa de las leyes raciales (entre otras las leyes segregacionistas de Jim Crow, mencionadas en la película), donde existía incluso el toque de queda. Fue algo que le abrió los ojos, al mismo tiempo que le hizo reflexionar sobre un problema mucho más evidente en el profundo Sur.

“Green Book” es una de esas películas necesarias, incluso en nuestros días, porque reflejan una realidad que en ciertos aspectos no ha cambiado demasiado en el último medio siglo, tanto en Estados Unidos como en otros muchos países. Porque habla de los prejuicios, de la discriminación, de la lucha por la igualdad, y de la esperanza. Temas todos ellos de la máxima actualidad. Si eres negro y pobre, tus posibilidades de tener una vida digna serán muy complicadas. Si eres negro y rico, o si tienes un don especial, como es el caso del doctor Shirley, puedes convertirte en un juguete de los blancos, pero con el riesgo de ser rechazado por los de tu raza. Es por lo tanto también la historia de un viaje que cambiará las vidas de ambos protagonistas, convirtiéndose al mismo tiempo en el origen de una amistad que durará décadas.
En resumidas cuentas, “Green Book” es una película sumamente recomendable, hermosa y pausada, en una época en la que cada día resulta más difícil encontrar muestras del CINE con mayúsculas.