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Era poco más que un chaval cuando vi Twin Peaks por primera vez y admito que en aquel momento no entendí nada y me dio hasta mal rollo, por lo extravagante y turbio de todo. Una marcianada que aún así, me fascinó ya entonces y a la que regresé años después y disfruté de forma enfermiza. Después llegaron Eraserhead, Blue Velvet y Carretera Perdida. Le perdí un poco el rastro hasta Mulholland Drive y me tope con las que son, posiblemente, sus mejores y más impactantes obras lisérgicas: Inland Empire y Darkened Room, cortometraje que podéis encontrar en Youtube.
Mucho de lo que soy, de cómo siento el arte, de cómo funciona mi mente a la hora de escribir y de entender como es el proceso creativo, se lo debo a él, a su visión, a su forma de dejarse llevar sin miedo a etiquetas, a experimentar y dar forma al absurdo, lo extraño y lo imposible.
Se nos ha ido el que para mí, junto a Cronenberg, ha sido uno de los más grandes genios creativos, quienes cambiaron el paradigma del cine y la televisión con sus oníricas, surrealistas y fascinantes propuestas.
Nada volvió a ser igual desde entonces. Nada volverá a serlo ya. No, sin alguien como David Lynch en este mundo. Que la tierra le sea leve, maestro.