Por R. G. Wittener
Atómica se ha presentado en los cines bajo las credenciales de adaptar una de las novelas gráficas mejor valoradas de los últimos tiempos, La ciudad más fría, y cómo vehículo de lucimiento de las dotes combativas de Charlize Theron. Una película en la corriente de agentes secretos “a lo Bourne”, situada en el Berlín de los días previos a la caída del Muro.
Lamentablemente, mi opinión tras ver la cinta no es muy favorable. Y me duele que sea así, por dos razones: la primera, que soy un devoto espectador de este género desde que vi Nunca digas nunca jamás en mi pre-adolescencia. He visto todos los Bonds, de Connery a Craig; las andanzas de Bourne; las Misiones Imposibles de Ethan Hawk; hasta los Jack Reacher. Y todos los he disfrutado, en mayor o menor medida, recuperando ese sueño infantil de ser el héroe que sale indemne a cualquier peligro que le pongan por delante sus enemigos. Soy, con muy pocas dudas, el público objetivo de estas películas. Y lograr que salga del cine desencantado no puede ser buena señal.
El segundo motivo para lamentarme es que, tras Colombiana, creo que se puede decir que el género ha vuelto a defraudarme con una de sus “grandes apuestas” (Salt, por muy fan que sea de Angelina Jolie, ni siquiera la considero en esta categoría). Y que, por desgracia, el traspiés coincide de nuevo con el hecho de poner a un personaje femenino a la cabeza del reparto. Lo que me hace meditar si, cada vez que surge una película con estas características, no me estaré obsesionando con la ilusión de que el resultado me ofrezca la esperanza de verla convertida en una saga…
Respecto a la fidelidad de la adaptación, debo decir que no he leído La ciudad más fría; así que no puedo hacer una comparación de primera mano. Pero las reseñas que he encontrado hablan de un tono muy diferente: una historia más deudora de LeCarré que de Fleming, y una Lorraine Broughton cuya encarnación sería Sigourney Weaver antes que Theron. Unos cambios que, teniendo tras las cámaras a uno de los directores de John Wick, quizás eran de esperar (aunque ignoro si estarían previstos desde el mismo origen del proyecto). En cualquier caso, esos comentarios me han despertado la suficiente curiosidad como para querer conocer la versión original y contrastar las experiencias.
Y, a todo esto… ¿qué me ha defraudado tanto en Atómica? Pues la primera mitad, casi por entero. El planteamiento de la trama y la caracterización de personajes me resultaron flojos, cuando no estereotipados, o propios de un primerizo. No creo que exista peor forma de presentar a una super espía que hacer decir al jefe del servicio de inteligencia «Según su expediente, está usted muy capacitada para la misión…»; sobre todo, si lo haces después de haber mostrado al personaje recuperándose de una monumental pelea. Y lo peor no es eso, si no la forma en que van y vienen ciertos secundarios, cuyas motivaciones y/o fidelidades deberían interesarnos y acaban por no importarnos porque el director los trata como atrezzo (mientras que, lo reconozco, el personaje de Theron es estupendo: ese vaso de vodka siempre en la mano, esas miradas de estar de vuelta de todo…). Pero, en una trama de agentes dobles que afecta desde el KGB a la Inteligencia Francesa, no es lógico que asistamos a un pim-pam-pum de viajes entre Berlín Este y Berlín Oeste, sin que se logre crear misterio respecto a quien será el traidor, y a una escena de amor lésbico cuya única justificación parece ser aprovechar los desnudos de Theron y Sofía Boutella.
Y ahí radica la mayor de mis quejas. En su escasa capacidad para crear dudas respecto a quién es bueno y quién es malo. Desde el mismo inicio ya vemos a un “aliado” de Broughton que demuestra no ser trigo limpio y con cada decisión que toma no hace si no obstaculizar la investigación. De hecho, nos revelan sus oscuros intereses hacia la mitad de la cinta. Y aún así, los guionistas obligan a la protagonista a mostrarse mucho menos perspicaz y expeditiva de lo que cabría pensar (y de lo que ha sido) ante un posible traidor. Insisto. En una película cuya baza principal del argumento sería jugar al misterio con el bando al que realmente se debe cada personaje.
La segunda mitad, eso sí, más enfocada a la acción, hace remontar la cinta hasta un aprobado a base de un espectacular despliegue de artes marciales mixtas (dejándonos claro que no queremos vernos involucrados en una pelea callejera con Theron). Y aún así le encuentro varios peros. El más importante, un fundido en negro en un momento en el que esperas una escapada digna de Bourne o Ethan Hawk, que me hizo descubrir lo que puede ser un “coitus interruptus” en una escena de acción. Por otro lado, la escasa tenacidad de los bandos rivales tampoco es que ayuden a proporcionarles un poco de carisma. Y esa representación de Berlín Este como una ciudad “rebelde a pesar de todo”, llena de punks, fans del break-dance y de suciedad, choca con la imagen que hemos visto hasta ahora.
Así pues, debo decir que esta Atómica me ha dejado con mal sabor de boca. Insisto, sobre todo por el hecho de que me parece que es otra oportunidad perdida para ofrecer una protagonista capaz de codearse de tú a tú con los Bond o los Reacher (porque, por más que Charlize de el tipo, no creo que los resultados de Atómica permitan pensar en una secuela que arregle los fallos de ésta cinta). Y, a la espera de que se concrete el rumor de una 007 femenina, no parece que nadie esté dispuesto a apostar por un proyecto sólido que coloque a una mujer luchando contra los supervillanos del espionaje mundial. ¿Quizás debería plantearse alguien la adaptación definitiva de Modesty Blaise?